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Miedo a hablar

septiembre 15, 2014

TallerRadioEl título podía haber sido diferente: «Taller de Radio«, «Antes de la 11ª Temporada«. Se trata también de eso, antes de la nuevas emisiones haremos un Taller abierto al público en el que queremos reivindicar la capacidad, y la necesidad, de la Radio; la importancia de hablar públicamente, de comunicarnos socialmente, más si cabe en el ámbito de la cultura. Y todo ello con miras a las 11ª, porque también es verdad que tal y como está el panorama de las ondas culturales o aunamos y hasta descubrimos nuevos valores, o el fin del precipicio se acerca.

Haremos el Taller el último fin de semana de septiembre, como dice el cartel de La Puerta Estrecha, y será precisamente en este Teatro, uno de los que más se preocupa por unir escena y literatura y, también avatares del destino, el lugar donde surgió la idea.

Desde que lo anunciamos, las personas interesadas son muy variadas. Hay dos grupos que destacan: profesionales de la comunicación o de profesiones en las que la comunicación es imprescindible, desde la abogacía a la psicología. Y, en segundo lugar, a los que quiero dirigirme especialmente, otras muchas personas que, con menos experiencia, han realizado trabajos o aficiones que mucho tienen que ver con la comunicación verbal, empezando por la interna, también llamada pensamiento: teatro, lecturas, escrituras, reseñas, presentaciones y un largo etc.

Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos hablamos, con nosotros y con los otros. Y hablamos mucho los españoles, dicen algunos. Y será cierto, pero no destacamos especialmente por nuestra comunicación pública, o al menos no como los mejores. Hace más de 20 años me maravillaba la radio de la BBC, no sólo por sí misma sino por sus oyentes. En las relaciones interpersonales los españoles podemos ser más comunicativos que los anglosajones pero después de años viviendo allí (y muchos más aquí), no me cabe la menor duda de que al oyente medio le cuesta más trabajo hablar públicamente en las emisoras de radio de nuestro país. Me refiero no sólo a la forma, a la educación y al civismo, sino también a la elaboración del discurso, a la relevancia y hasta profundidad del contenido. Será que seguimos la estela de tanto tertuliano, tanto político, tanto empresario, y hasta financiero, que tenemos por aquí y que no destacan precisamente por su verbo.

En la última entrevista que le hice a Soledad Puértolas, en la Feria del Libro de Valladolid 2013, la escritora me sorprendía con una reflexión que creo refleja muy bien nuestra trayectoria y situación: «En España nos da miedo hablar».  Sea la historia del país, su nivel educativo, la cultura en general, o cierta desvalorización hacia la comunicación pública y colectiva, lo cierto es que en esta esfera parece que siempre hablan los mismos, y no precisamente muy bien. ¿Cómo revertir una situación tan pobre y que parece ir a más si no lo remediamos? Sin duda, mejorando todos esas carencias que mencionaba y otras muchas, pero también enfrentándonos al miedo a hablar. Para ello, la Radio puede ser una de nuestras mejores herramientas.

Es mi propia experiencia. La primera vez que me senté delante de un micrófono me quedé en blanco. De nada valió mi gesto de terror, los ojos como platos, lo bien vestida que iba o la ansiedad del resto de contertulios; sólo la voz, sólo sobreponerme a ese instante de pánico y hablar, podía salvarme. Por supuesto no lo hice, el director de aquella emisora habló por mí. La moraleja: nunca más volví a quedarme en blanco, podría volverme a ocurrir, cierto, pero ese recuerdo se me quedó mucho más grabado que otro tan importante como aprender a hablar de niña, de lo que ni me acuerdo. A hablar en público aprendí con las únicas herramientas de las que se dispone en la Radio: la voz y el pensamiento. Da igual todo lo demás que ocurra alrededor, la palabra y su sonido se sitúan por encima. ¿Se imaginan mejor aprendizaje para cualquier otra comunicación pública?

Al cabo de los años, no es que sea la gran comunicadora que me gustaría ser, hay que seguir aprendiendo pero, si recuerdo a aquella niña que no despegaba los labios ante las visitas, ya tengo mucho que agradecerle a la Radio, y no sólo en lo profesional.

Si se animan a acompañarnos, recuerden que la vergüenza la dejaremos fuera del taller, que no estarán solos, sino dentro de un grupo de Cómplices Radiofónicos. Y que nosotros somos los primeros que queremos que disfruten y aprendan de la experiencia, que aprendan y disfruten mucho, tanto como para colaborar después en El Planeta de los Libros, o allí donde quiera que les apetezca.

Borrón y cuenta vieja

julio 16, 2014

Carcel de MujeresAyer nos acercamos al ciclo “Lavapiés no pierde la memoria. 1936-1939 Guerra Civil y Exilio”, una apuesta valiente este mes de julio que reivindica nuestro pasado más oculto, y lo hace nada menos que a través de la creación y el diálogo. Empezamos con el Documental “La columna de los ocho mil”, testimonio duro sobre los intentos de huir del avance de las tropas de Franco en el suroeste peninsular. No habíamos oído nada o casi nada de este episodio de nuestra historia. El sufrimiento de miles de personas que tuvieron que abandonar todo, las dificultades y hambrunas de las marchas que no sirvieron ni para escapar de la muerte. Esta penosa columna que ya debía figurar en los libros de historia por sí misma, pero además por la indignidad de la muerte que esperaba a muchos de los caminantes. La indignidad de los sublevados que se hicieron pasar por republicanos para llevar a miles de ellos al pueblo de Llerena. Allí les esperaba la muerte. Civiles en su inmensa mayoría, despojados con engaños de sus pocas armas, inocentes, ingenuos tal vez, por pensar que no puede haber nadie tan malvado. Pero allí estaban, visibles, haciéndose fotos con representantes de la Iglesia Católica, sin la cual no hubiera sido posible tanta miseria humana y divina. Allí estaban y al ejecutar las muertes se jactaban, como héroes. Luego vendrían los años de la proyectada desmemoria; tras la invisibilidad de los cadáveres, la invisibilidad de la Historia. Llerena apenas recuerda su pasado. Al lado de los registros quemados, algunos testimonios personales, valiosos pero dramáticos, rescatados del silencio durante años, de la historia posterior hasta el día de hoy y quien sabe si de mañana.

Al salir de la proyección, en ese espectacular “salón de casa” que tiene el Teatro La Puerta Estrecha, la gente habla. Cómo no sufrir, cómo no estar triste por ellos, por nosotros; por el engaño del que no queremos ser cómplices.

Cogemos fuerzas, respiramos como podemos, y nos situamos a la entrada del Teatro para ver a continuación “Borrón y cuenta vieja”. El título de la obra reivindica, frente al dicho habitual, que después del borrón se mantiene la cuenta vieja, aunque los cuentos nuevos escritos sobre ella quieran ocultarla. Lo explican muy bien en la información de mano: “Un palimpsesto es un manuscrito borrado y reescrito que conserva alguna huella de lo anterior. Nuestra memoria histórica reciente está llena de palimpsestos entre los que transitamos sin incomodarnos, como si nada hubiera pasado

Sería demasiado exhaustivo comentarles todos los palimpsestos históricos que nos muestran en este recorrido, preciosa teatralización por lo demás, con mucho esfuerzo de todo el equipo que, a pesar del tema que nos ocupa o precisamente por ello, muestran una gran empatía entre ellos y respecto a los espectadores. No es la primera vez que representan la obra, ya saben de la diversidad de opiniones entre el público; recuerdan incluso su sorpresa en su estreno en la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático), cuando compañeros jóvenes se decantaban por el borrón y los cuentos nuevos. Vero Clausich, que junto a Amelia Die y Raoul Polar dirige la obra, comentaba cómo en su generación -nacida tras la Transición- también funcionaba el lavado de cerebro, quizá precisamente por ello.

No voy a adelantarme al final aunque, después de la función, la puesta en común entre el equipo teatral y los espectadores fue sin duda un interesante y emotivo diálogo colectivo, donde cada uno aportó lo que quiso y sobre todo sus experiencias más personales, síntoma de que la obra había conseguido inquietarnos, y hasta descomponernos.

Tuve suerte de que me asignaran al grupo B de público. Suerte por recibir la versión NO oficial de los lugares-palimpsestos con historia sangrienta. Ahí descubrí lo que oculta una Biblioteca de Valencia, seguramente la Biblioteca más infame de la Historia; la represión carcelaria sobre la que se alza un establecimiento del Corte Inglés en Barcelona , de ahí la instalación-representación cuya fotografía acompaña el artículo: los zapatos con tacón mostrando que todavía puede ser más fácil borrar los crímenes en función del género.

En el recorrido-performance-teatro estaba por supuesto el centro de todo esto: la Puerta del Sol, el Km O, la entrada a la antigua Casa de Correos, terrible DGS en tiempos de Franco, sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid en tiempos de hoy. Tantos y tantos lugares y recorridos, sin una placa siquiera que recuerde. Por eso en la obra tienen mucha importancia las palabras, escritas, habladas, cantadas, o no dichas. Por qué no se dice, por qué no se habla, porque el miedo sigue presente y sólo algunos consiguen sobreponerse a él.

Con todas esas palabras silenciadas: genocidio, represión, o muerte (por ejemplo), se llena una urna de cristal. Literalmente, tras ser escritas por no poder ser dichas, una a una van cayendo en el interior de la urna, y cuando ya están todas allí llega el agua que las silencia doblemente. Dos actores escenifican la inauguración de lo que se convertirá en uno de esos pantanos a los que Franco nos tenía acostumbrados, de nuevo la importancia de la versión oficial, utilizando sus mismas palabras. Una performance, como las demás, donde la creatividad y el pensamiento se aúnan mutuamente, intentando sacarnos del «empantanamiento» que nos ha llegado hasta ahora.

recorridoEmpezaba escribiendo sobre los 8.000 que caminaban, o tiraban de sí, en tierras de Badajoz, uno a uno, zapato a zapato, como en la fotografía tomada también en la obra de teatro. En la puesta en común al final de “Borrón y cuenta vieja”, una viuda con un ramo de flores que había estado incomodándonos sabiamente toda la obra, nos contaba su papel en parte autobiográfico como el de tantos otros. En su caso autobiografía de los genes, cuando sus padres y sus abuelos se sumaron a lo que en Málaga se llamó “la desbandá”, más de 150.000 personas huyendo de las tropas de Franco. ¿Se imaginan si quiera lo que debió ser esta marcha, ese miedo, ese tirar las llaves de casa porque no se piensa volver?

Espero que los miembros de este equipo teatral puntualicen cualquier desliz informativo del artículo, con ganas me quedé de arramblar con toda la información impresa que pusieron a nuestra disposición después de la función pero me daba vergüenza coger por ejemplo la única copia de esa “biblioteca” inmunda de Valencia. Agradecida estaría que subieran esa información elaborada por ellos a Internet. Y, por último, a los queridos lectores del blog del planeta, disculpen que la entrada haya sido más larga de lo habitual, de alguna forma tenía que quitarme la congoja. Y si se acercan a la Puerta Estrecha a continuar con el ciclo, cuéntennos (que no, cuéntame).

El precio de la literatura

junio 4, 2013
Feria del Libro de Madrid 2013

Feria del Libro de Madrid 2013

Estos últimos días me han deparado más de una sorpresa, como es habitual en el planeta al que nos llega información de todo tipo, de libros y actividades relacionadas. Lo curioso en esta ocasión es el cariz repetitivo de algunas de ellas ¿Qué hace una Antigua Responsable de Cultura -nada menos que de la Moncloa o Presidencia del Gobierno si lo prefieren– dentro de un ciclo de Poetas en la Resistencia? ¿Le costará llegar a fin de mes, a pesar de que suponemos tiene ya ganada una pensión o similar tras ocho años de numerosos esfuerzos? ¿Le entraron ganas, de repente, de situarse junto a los que nunca confraternizaron con el poder, o sencillamente le gusta estar en los dos lados, en todos lados?

¿Qué hacía uno de los máximos responsables del mayor libródromo del país hablando recientemente de la necesidad de resistir culturalmente en los tiempos en los que estamos? ¿Va a poner sus escaparates al servicio de la resistencia cultural? ¿O se trata de utilizarla, convertirla en una mera fachada, en esta ocasión en una entrega de premios? ¿Es posible contentar al personal “cultural” de esta manera rápida y eficiente, hasta el punto de que le aplaudan entre vapores de vinos y cervezas?

¿Qué hace un escritor, que tampoco desdeñó el poder hasta el punto de dirigir el Instituto Cervantes en Nueva York, escribiendo ahora sobre los desmanes en la administración pública, y los políticos que otrora frecuentó, en las últimas décadas? Por muchos Salvados TV que le hagan, me temo que inicie una bajada por la senda de credibilidad, pareja a la de esos programas de televisión que con su cuidado sensacionalismo resultan una auténtica enseñanza maquiavélica, al menos para los de la profesión, o para los que no aplauden como en los toros o el fútbol al grito de viva el espectáculo.

Volvamos a estos tres casos, ejemplos de los muchos Intelectuales de Consumo a los que se refería José Antonio Fortes en el audio de uno de nuestro programa hace años. La Primera –que se sepa- hizo poco o nada por la poesía de la resistencia, cuando pudo hacerlo, cuando tuvo todo su dinero -el del pueblo- al que ahora parece no le queda otra que seguir resistiendo las malas gestiones pasadas, y aplaudir los supuestos beatíficos deseos de sus responsables.

El Segundo, indudablemente, está más interesado en vender cultura que en la cultura en sí misma. Claro que también saben los comerciales que hay que apelar a misión, valores y hasta responsabilidad social empresarial para llegar a ciertos públicos. Y ya me dirán si los de la cultura no aprecian precisamente que se les endulce el producto, hasta el punto de que llegue a pagar incluso más de su valor gracias a una buena campaña de ventas. Aquí entra el título de este artículo.

Antes de llegar a él, hablemos de El Tercero. Es sin duda el caso que más me apena. Por supuesto lleva décadas perteneciendo a la élite cultural e institucional, esa a la que alguna vez pedí en este blog que ayudara a elevar nuestra situación cultural y hasta mediática (también pertenece a uno de los mayores escenarios mediáticos). Sus amigos quizá crean que pretende por fin iniciar ese camino, responsabilizarse él mismo de la situación y cambiar de rumbo. Personalmente, estoy empezando a dejar de creer.

El precio de la literatura es un título que hace referencia a lo que pagamos por un libro, aunque también hay referencias más sutiles: lo que pagan los autores, el precio de venderse, lo que dan más allá de la literatura hasta el punto de acabar cargándose su propia creación.

Después de escuchar al responsable del mayor libródromo del país la pasada semana, surge una conversación con un poeta sobre el precio de la literatura. Me hace reflexionar lo caro que pagamos un Premio Planeta o cualquier otro cada vez más carente de valor literario (20 €?) cuando por 11€ nos hacemos con toda la poesía de Quevedo. Arguyo que el insigne escritor del Siglo de Oro no está en el candelero mediático, no se hace dinero rápido con su literatura, no se consiguen fondos para montar un festival pongamos por caso en Getafe. La literatura no está en consonancia con su precio de mercado, ni con los fondos de dinero público, ni con un mínimo de coherencia.

Karl Marx, esa mujer

Karl Marx, esa mujer

Como colofón, acaba de llegarnos a este planeta El Capital de Karl Marx en versión manga. Herder Editorial anuncia que se han vendido más de 120.000 ejemplares de este libro sólo en Japón. Comprar y leer no presupone estar de acuerdo con los contenidos, y quizá sea buena la actualización, la ilustración, y relectura en estos tiempos. Hace unos días asistí en el Teatro La Puerta Estrecha a una representación de Marx en Lavapiés; a pesar de algunos problemas de libreto y ciertos monólogos excesivos por extensos e intensos, la obra es recomendable aunque sólo sea por observar a Marx interpretado por una mujer. Otra forma de actualizar permanentemente iconos propios y ajenos.

Iconos como La Divina Comedia, a la que ya dicen los críticos no ha conseguido ni acercarse Dan Brown, qué esperaban. Eso sí, sus ventas siguen elevadas, al igual que su precio (y ya saben que los libros una vez pagados, si no te satisfacen, no te devuelven el dinero). La semana pasada preferí el Brunch de la Editorial Bruño, con su nueva colección para niños de 0-3 años, que escuchar su rueda de prensa, nada menos que en la Biblioteca Nacional, ¿para eso está? El mundo al revés. No le escuché en directo pero, lógicamente, me llegaron algunas de sus grandes reflexiones, en concreto ese argumento tantas veces utilizado por lo peor del mundillo editorial: gracias a esas grandes ventas, otros autores pueden publicar. Me imagino a un mal artista plástico vendiendo a mansalva y justificándose así ante la crítica y resto de artistas. ¿No han caído tan bajo, no? Quizá estén a punto de ello, y la literatura pueda ayudarles en el camino. Crear salva-patrias parecía algo del pasado, pero de nuevo mis esperanzas se disuelven. En realidad no teníamos suficiente con los salvadores aguantados todos estos años en la política, la economía, la judicatura, el periodismo… Ahora llegan los Salvadores Literarios. buen y elevado precio. Y nadie dice: nadie dice nada.

Una sonrisa para el final. A primera hora de la tarde, cuando abandonaba la Feria del Libro de Madrid (posiblemente hasta el 2014), dos chicas me preguntan si quiero un marca-páginas, así sin más, sentadas en uno de esos sombreados bancos del Retiro. Con la mente puesta en este artículo, pregunté, ¿cuál es el precio? Nada, me contestaron, es gratis, los chicos han cogido demasiados, para qué queremos tantos. ¿Qué podía hacer ante mi pregunta y su respuesta? ¿Cómo agradecer la llegada de  nuevos lectores tan generosos? ¿Queréis aparecer en el Blog del Planeta, el blog de un programa de radio que se llama El Planeta de los Libros? Sí, dijeron encantados. Y posaron para la foto.

Nos regalaron marca-páginas

Nos regalaron marca-páginas