Ilusiones navideñas

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Fotógrafo australiano ante las colas de Dª Manoleitor

De la fantasía de las hadas que comentaba hace unos días en redes, reivindicando su papel artístico y humano, a otros imaginarios que, aunque sean también humanos, no son tan benéficos, y hasta pueden ser malvados.

Entre los imaginarios no benéficos: bastantes costumbres navideñas, la hipocresía o la apariencia que vemos todos estos días y, cómo no, el negocio.

Negocios que pueden hacer el 50% de sus ventas anuales o más en estas fechas. El consumismo navideño crece cada año, como lo hacen las luces o la publicidad.

En estas pensaba, cuando me encontré en Facebook la foto de este artículo, cortesía de la periodista Nunci de León explicada así:

«Fotógrafo australiano retratando todo lo que se mueve alrededor de Dª Manoleitor. No da crédito.»

#DªManoleitor me encantó como expresión para finalizar este 2023. La administración de doña Manolita ha dado el Gordo de Navidad en 76 ocasiones. Auténtica Terminator. Una de las grandes aliadas del Estado para aumentar su negocio impositivo sobre el juego, el Gordo entre otros muchos.

Imagino al fotógrafo de Nunci a lo largo de la enorme fila ante Doña Manolita, calles y calles. Quizá haga algún reportaje donde cuente que no solo madrileños, sino personas de toda España y otros países, acuden ilusos al gran Centro de Riquezas Anunciadas.

Las colas desde hace meses, me apunta una amiga, y compruebo que efectivamente desde septiembre anda estudiando el Ayuntamiento de Madrid el asunto de las colas, quizá resuelva en 2024.

Las ilusiones son necesarias para nosotros, simples humanos, pero se puede elegir entre tener unas u otras.

Si no elegimos, si las ilusiones se convierten prácticamente en un mandato, comprar lotería de Navidad o cualquier otro, se acaba promoviendo un mayor número de ciudadanos ilusos. Ilusionados sin pensar si quiera la realidad que se les anuncia.

Y muchas ilusiones anunciadas no son reales. Lo saben bien los jóvenes o adultos frustrados, más aún los que llegan a quitarse la vida. Su cifra anual aparece también por estas fechas, escondida debajo de las ilusiones navideñas. 

De las hadas, de las ilusiones, es fácil pasar al sentimiento de engaño. O al conocimiento de la mentira. Lo bueno es que cuanto más conocemos de ella, las históricas o contemporáneas por ejemplo, más fácilmente se detectan las presentes y futuras. Siempre que queramos quitarnos las gafas excesivamente ideológicas o radicales; el centro es el mejor lugar para ver los extremos.

Pocos días antes de que la Fundación del Español Urgente, elija su palabra del año, que suele ser muy benevolente, el periodista Luis Prados de la Escosura reivindica la suya: Mentira, palabra del año

En el artículo pueden leer sus buenas referencias literarias e históricas. Poco voy a añadir excepto que, cada vez más, muchas personas percibimos ilusiones terrenales como mentiras. Cuente con mi voto: debería ser la palabra del año.

Muchos también, digo yo, preferimos quedarnos con las ilusiones que se hacen realidad. Este 2023 hemos recibido muchos libros, cine, arte. Mucha cultura y buenas personas que nos animan a pensar lo bueno que nos traerá el 2024.

Y, para los que gusten de fiestas más desapercibidas, menos escandalosas, les recomiendo un episodio de la serie Carol y el fin del mundo (Netflix).

El 6, «Festividades»
Navidad, Día de Acción de Gracias y Halloween U.S. todo uno, en menos de treinta minutos.
(Otros episodios también merecen la pena)

Felices Fiestas
Felices y Reales Ilusiones

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