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¿20.000 millones de Picos?

septiembre 3, 2023

La igualdad laboral de la que hablaba el ministro de Cultura y Deporte, Miquel Iceta, en rueda de prensa el viernes, me hace preguntarme si Mr. Iceta es bisoño o aprovechado en el tema de la igualdad laboral entre hombres y mujeres. Especialmente en este momento del Pico y en este país. Quizás ha estado la mayor parte del tiempo en otra parte.

¿Habría que enseñarle al ministro las cifras de abusos laborales con clara vertiente sexual hacia las mujeres?

En mi caso, son pocos los trabajos donde no haya sufrido esos abusos. A mi edad, son muchos trabajos. Ya con la Constitución publicada, esa que él sigue pregonando como bálsamo de Fierabrás 45 años después.

Estamos ante uno de esos textos constitucionales que, demasiadas veces, sirven de publicidad, o de mentiras (si hablamos sin tapujos), para ocultarnos la realidad que hemos palpado bien en todos los años habidos desde su promulgación.

Un intento de encubrir lo que vivimos, tan zafio que me recuerda la frase: una mentira, mil veces repetida, se convierte en una verdad. Joseph Goebbels.

El Día del Pico, 20 de agosto, que permanece en la mente de todos y no se sabe hasta cuándo -desbancando la famosa película de 1983, «El Pico»-, ese día cada uno recordará dónde estaba cuando se transmitía el suceso en directo, internacionalmente. Yo, con una amiga y su tele. Ella lo vio y se escandalizó. Reconozco que me perdí el directo, mirando en ese momento a la Casa Real allí presente. Aunque luego lo he visto en diferido hasta la saciedad estos 15 días.

Una semana después del DíaP, ya con la mayoría de reacciones habidas y por haber en la mesa de actualidad, hablé con esta amiga. ¿Cómo no se defendió Jenni?, me espetó. De un pico habrá veces que te puedas defender pero la mayoría no, según mi pequeña experiencia, le comenté.

La agresión, en humanos y otras especies, es mayoritariamente con alevosía, no vía anuncio para que te puedas defender. No te van a preguntar ¿te doy un pico, una bofetada o puñalada?, para que te enteres antes… Se agrede al que se piensa que no se puede defender y en un momento preciso. Lo otro queda para la imaginación del rubio y similares.

Si alguien te roba algo o te ataca de alguna forma, intentará hacerlo sin aviso previo (primer curso del Manual de Delincuentes) Recuerden, por su bienestar, que ni rateros ni asaltantes, de forma previa, se les presentan y preguntan si pueden.

Mi pequeña experiencia, de la que hablaba antes, es solo de dos picos no consentidos. Uno fue de un supuesto amigo, que todavía hoy utiliza la amistad por si cae (ya me entienden). Porque algunos no se rinden, sea en pequeñas historias como la mía o en la RFEF o, todavía peor, en asesinatos y violaciones a mujeres. Un «no rendirse» que solo los menos llevan como lema hasta la muerte, de algo han valido las luchas feministas en esta parte del mundo. En todo caso, el no rendirse es una característica importante del Manual del Agresor Machista, como seguramente habrán visto en casos reales y ficcionados, como la serie sueca basada en hechos reales que recomendé en redes hace algo más de una semana: El Manipulador.

El pico del que les quiero hablar más fue el segundo, tras un programa de radio en directo. La radio era aquella emisora FM que tenía el Círculo de Bellas Artes. Que, como todo lo culturalmente excepcional en este país (se podía hablar de los percances de Luis García Montero y otros intocables ya entoces), como todo lo culturalmente excepcional acabó asesinada. Luego, se repartieron las suntuosas ganancias de la muerta. Ganancias legales, gracias a Zapatero pero, en mi opinión, no legítimas. Ni justicia ni razón había en el asesinato que las generó, tampoco las hubo en el reparto según fuentes del Círculo.

El Pico 2 fue hace 15 ó 16 años, aproximadamente. En aquel programa en concreto invité a dos personas para hablar de cultura, edición y políticas. De los dos invitados, el personaje más político y poderoso -una vez finalizado el programa en directo a las 23h, y fuera de la santa entidad cultural- decidió no despedirse con el clásico par de besos, sino con un pico asqueroso, justo antes de esconderse en su taxi.

Ese pico iba con lengua, rugosa y áspera como la de un gato. Un segundo, pero asqueroso, tanto que me dejó KO. Él es un señoro muy conocido e importante todavía, defensor de todas las causas justas y humanas que pueda haber en el mundo. Pero nada que ver con lo que tuvo que suponer para Jenni la retransmisión en directo a todo el mundo después de conseguir una copa internacional del deporte rey.

En el caso de Jenni, por suerte, tenemos la explicación dada por la ministra alemana de exteriores a su país: Como si Angela Merkel le diera un pico al capital de la selección nacional alemana tras su victoria mundial en 2014. Impensable, dice. En Alemania.

Aquella noche de mi Pico 2, al llegar a casa intenté solucionar mi caos mental. Decidí que lo mejor era actuar como si no hubiera pasado nada; al fin y al cabo seguramente nadie lo vio, o no contaba con un testigo conocido, dada la nocturnidad, la rapidez y el anonimato de la calle. Y, por supuesto, nada quería con aquel ser.

Los que dicen que un pico no es nada, pueden tener razón en muchas ocasiones. No, cuando se trata de un abuso de poder, en mi opinión y según la ley. El autor del primer pico, no tenía entonces poder que me pudiera afectar, ni lo tiene ahora. El autor del segundo pico, sí tenía poder entonces y ahora. Claro que me podía y puede afectar en el trabajo como periodista, a eso estamos más que acostumbradas.

Siguiendo el Manual del Agresor Machista, que comentaba antes, el pico no se quedó ahí. Como ya imaginarán, el señoro de izquierdas me llamó al día siguiente. Me preguntó amablemente, y muy sonriente (a saber qué hacía con las manos), qué tal estaba y qué me pareció «lo de la noche anterior»

Tenía la respuesta preparada: bien, todo bien.
Él siguió riéndose y dijo: ¿bien, todo bien? Y, con voz más cálida: ¿no pasó nada?
Fui cortante y le dije: seguimos en contacto ya sabes, para cualquier tema que sea de interés cultural. Hablamos. Un saludo.

Y ahí seguimos, año tras año ajena a los poderes que han gobernado este país desde aquella bonita Constitución. Esos que continúan preguntando sutilmente (piensa en ellos): ¿solo trabajo?

A día de hoy, no me apetece hacer públicas las propuestas sexuales de hombres poderosos y mujeres (a pesar de no ser lesbiana, todavía). Esas propuestas que, de ser aceptadas, indudablemente mejorarían la situación laboral y económica de una, como le ocurre habitualmente a muchos y muchas, en un país y en un sector donde una cama cuenta más que cualquier mérito. Y cuando sabes que no aceptar las propuestas tendrá consecuencias contrarias, negativas.

Este artículo, ¿20 millones de picos?, es producto de una pregunta. Cuántos picos de abuso de poder habrá habido en las últimas décadas, cuántos habrán aupado o cancelado a hombres y mujeres.

Aunque haya mujeres y hombres que no hayan recibido ni un solo PICOAbusoDePoder en toda su vida o hasta el momento, puede haber millones que hayan pasado por esa desagradable o fructífera experiencia, y que no quieran o no puedan escribir sobre ello.

Otra pregunta, quizás necesaria, ¿imaginan que una mujer es tan tonta como para decir sí a un pico, a priori, en plena celebración por haber llegado y ganado un mundial de fútbol, ser una campeona mundial, al lado de Casa Real y con todo el protocolo y difusión internacional?

Los escándalos que se internacionalizan con dos hashtag, como #Meetoo y #Seacabó, por un pico o cualquier otro suceso o realidad, podrían llevarnos a la reflexión, al diálogo y a la toma de medidas oportunas. Avanzar en nuestra sociedad, generalmente silenciosa y «bien hablada», es decir: hipócrita.

Avanzar sin pelos en la lengua (curiosa expresión en este ámbito de labios y besos), perseguir reformas sociales necesarias, en materia de igualdad -como en tantas otras materias-, lo que de momento está en las antípodas de nuestra sociedad. Preferimos seguir como zombies, sin mirada, sin presente ni futuro claros.

Nos salva que no vivimos en una autarquía, los escándalos cruzan fronteras. A través de ellos -la vergüenza y el daño que conllevan para la sociedad- hay una posibilidad, una posibilidad de que los avances marquen el camino.