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Patrimonio Cultural

junio 28, 2023

«Patrimonio» es el libro de Philip Roth de la última sesión del club de lectura: «Literatura Judía Contemporánea».

Dos horas hablando de la obra, y una persona solo comentaba su rechazo; porque le removía realidades personales y la realidad suele ser más cruda que la elaborada en los libros.
En todo caso, los 15 estuvimos de acuerdo en que el patrimonio más importante, en este libro, era el inmaterial o cultural.

Además del origen y desarrollo de una persona en su propio hogar, y la cultura y religión que recibe, más o menos aceptada, también comentamos las diferentes condiciones sociales y políticas que vive cada generación.

Del antisemitismo que sufrió el padre de Philip Roth, especialmente en su trabajo, se logró cambiar al actual reconocimiento a los judíos en Estados Unidos.

Intentamos solo hablar de esta obra y del autor.  Y suelen dejarse pensamientos en el tintero y surgen otros nuevos, que es lo bueno de compartir lecturas entre personas diferentes.

Personalmente me pregunté, días después, por mi patrimonio, por nuestro patrimonio: lo bueno y lo malo, como hace Philip Roth, y, más allá de las cuestiones personales, me pregunté por el patrimonio social, cultural y político recibido.

Nacida en la última década de la Dictadura de Franco. Vivida la Transición como una cría. Además de esas etapas, que no olvido, seguí cuestionando lo recibido desde los primeros gobiernos socialistas y populares a lo largo de 40 años.

Normal y lógico que en lo social haya habido mejoras pero, cuando comparo España con otros países europeos, me sigue pareciendo «pobre» nuestra fortaleza como sociedad cultural.

Un pensamiento que no ha variado desde mis quince años, cuando hice mi primer intercambio lingüístico con UK, a través del colegio. Entonces observé que íbamos cuarenta u ochenta años atrasados; en materia escolar, social, cultural, política y personal. En lo que yo empecé a llamar, Cultura en general.

Sigamos con esta breve recapitulación del patrimonio pasado, el actual que vivimos, y lo que podemos esperar en el futuro, llámese patrimonio o cultura en general.

Los avances sociales y políticos no han llegado rápidos y ligeros, no; conservamos en la actualidad demasiadas trabas, algunas persistentes desde hace siglos: burocracia, amiguismo, corrupción, grandes lagunas culturales y, sobre todo, un país destructivo consigo mismo.

La falta de cultura auténtica (no la que se vende con dinero público o privado) nos ha llevado a ser cada vez más escépticos y anárquicos. Hasta el punto de que ante unas elecciones generales, a muchos, culturalmente, nos cuesta confiar en uno u otro partido, sea antiguo, nuevo, o que esté muriendo. ¿Y cómo confiar en una ley electoral del 85, que pide a gritos su reforma?

En el club de lectura hablamos también del choque habitual entre generaciones, en buena parte irremediable pero sobre el que nunca he visto trabajar en España de forma seria. Dar dinero público a los jóvenes, con un bono «cultural» no acerca generaciones.

Las elecciones del 23J están metiendo tanto ruido y tan poco seso, como comentaba hace un mes en Murió Gala y la serenidad, lo cual sin duda nos está afectando a todos. Quién no lo está.

¿Qué patrimonio nos están dejando los partidos políticos españoles? De patrimonio material no hace falta que hablemos, porque ya sabemos que nuestra capacidad adquisitiva ha bajado hasta límites insospechados, mientras las élites políticas y económicas aumentan el suyo.

¿Y patrimonio político inmaterial, cultural? Si alguien quiere responder a esta cuestión, por favor, háganlo.

¿Es el patrimonio político cultural el que nos ha llevado a este presente, donde unos reivindican el neofranquismo y otros el comunismo, habiendo conocido en las propias carnes, o ajenas, su paso por Europa?


¿Con cuál de los dos patrimonios nos van a cargar nuevamente? Oposición incluida, que también nos dejará su propio patrimonio cultural y malgastará, junto al próximo gobierno, nuestro patrimonio económico

¿A quien le daremos el poder político y económico para que haga lo que quiera?
No pienso votar (ya lo comenté en las anteriores elecciones), ni a unos ni a otros. Los resultados, sean los que sean, llenarán los bolsillos de las falsas estrellas de este circo. Mientras siguen las colas de hambre, por no hablar de penurias culturales. La realidad no está en los rancios discursos políticos.

Habrá quien dirá, incluso añadiendo la palabra «culturalmente», que prefiere uno u otro extremo. Así ha ocurrido y ocurrirá. La supuesta «cultura», bien engordada por unos y otros.

Por último, gracias a todos los que vinieron al club de lectura «Literatura judía contemporánea». Para que no vuelva a gobernar el antisemitismo, u otros ismos.