La lucha por la vida

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«Saturno devorando a su hijo» Francisco de Goya

Coincidió que El Día mundial del Teatro, 27 de marzo, pudimos ver en escena la trilogía novelística de Pío Baroja «La lucha por la vida», en el Teatro Español, después de pasar por el Arriaga de San Sebastián.

Los aplausos fueron muy sentidos. Hacia José Ramón Fernández y Ramón Barea por la adaptación y dirección, respectivamente, y a todos los actores y equipo. Ramón Barea no solo dirige, también interpreta a Pío Baroja en escena, con excelente voz y compostura.

La producción del Teatro Arriaga consigue, fielmente, adentrarnos en la gran obra literaria, llevarnos a finales del siglo XIX en Madrid y  mantenernos expectantes todo el tiempo, que no es poco.

Los cuentos de hadas se derriten pronto en «La busca», esa primera novela de la trilogía de Baroja, donde el joven Manuel empieza la búsqueda, la búsqueda de un lugar en la vida. Por si teníamos alguna duda de lo cruento, en la ficción y en la realidad, llega después «Mala hierba». La caída vital del protagonista en los más bajos fondos y cómo allí recibe sus educaciones. Si los hombres son sus maestros, ojo a las mujeres que, especialmente en aquella época, caen por delante de ellos.

A pesar de este inicial resumen, toda la trama se trata en clave muy vital, picaresca y llena de humor, que anima a recomendar esta obra en el Teatro Español hasta el 14 de abril. Y no se preocupen por sus dos horas y media de duración porque sin duda es acertado el entreacto de quince minutos, en medio de esta segunda novela, para recobrar fuerzas.


«Aurora roja», tercera y última ficción, se pregunta cómo cambiar la situación en aquel Madrid, en aquella España, donde las miserias ahogan a la mayoría del pueblo llano. Cómo cambiar, qué se necesita para liderar una nueva sociedad sin esas terribles desigualdades e injusticias.

Ahí nos encontramos al propio Pío Baroja en el escenario, escribiendo, apuntando consignas libertarias de la calle, con la idea de llevarlas a la ficción. Lo hizo antes el propio Cervantes, en El Quijote, de forma más sutil, humanitaria y lógica. En su época el conocimiento de esos movimientos políticos revolucionarios estaba reservado a muy pocos, el anarquismo como formulación teórica y práctica surgiría siglos después. De ahí, la razón de la supuesta locura del caballero manchego.

Sigo con Baroja, escritor que se hace eco no solo de las ideas libertarias, también de los movimientos y proclamas revolucionarias de la época y lugar. Entre tantos manifiestos y dictados, en escena se abre paso una breve frase de «la Salvadora». Ella dice, si mi mente no se engaña entre los 10 actores que representan casi 100 personajes, dice más o menos: empezar por exigirse a uno mismo antes de llevar la revolución a los demás.

Cambiarnos a nosotros. Y, después de 120 años, algo cambió sin duda, al menos en la limpieza de las calles y la salubridad. Otras circunstancias no cambian tan fácilmente: especialmente el intelecto, la historia o la educación recibidas, tan propias de cada país.

Hemos contado con iniciativas como Diálogo de Civilizaciones o Alianza de Civilizaciones, que al fin no resultan más que el intento de vender un bonito y falso cuadro entre comunidades con las que estamos a años luz. Pocas veces hemos mirado a sociedades más desarrolladas intelectual y consuetudinariamente, con el simple objetivo de mejorarnos a nosotros mismos.

Quizás nos faltan las ganas para conocer y aprender cómo sus individuos se relacionan en formas más democráticas, justas e igualitarias. Sin ir más lejos, países europeos donde los responsables políticos no miran al resto de población desde lo alto (o no lo hacen de forma habitual), sino como encargados de la mejora de sus condiciones.

Una relación simple de causa y efecto: los ciudadanos eligen a sus políticos y, si fallan en sus obligaciones, si los efectos son contrarios a lo esperado, se permite una nueva elección. Y hay otras formas también. A veces el clamor de la opinión pública consigue que el propio grupo político corrija la elección de uno o dos personajes, los no válidos para asumir el poder.

Solo ocurre en los grupos de poder que funcionan con un mínimo de democracia interna. Donde impera la razón, el avance y hasta el pacto por el bien común. La lógica consecuente donde se asumen responsabilidades.

Son muchos los no válidos para estar en el poder (decía Platón que a los pocos válidos había que obligarles, a estar en el poder, porque eran los primeros que no querían).

En España habrá que ir poco a poco eliminando esos residuos tan poco ejemplares que nos han “ordenado“ desde hace tanto tiempo. Ciento veinte años de historia, donde nuestra propia mente ha tenido que asumir si prefiere estar con el poder decrépito, frente a él, o con el poder ejercido de la mejor manera posible. No será fácil, como en ningún país lo ha sido.

Decía al principio que era el día mundial del Teatro y, como cada año desde 1962, ese día después de la representación teatral se lee en el escenario el texto de un reconocido autor. Este 2024 se eligieron las palabras del último Premio Nobel de Literatura.

En redes sociales y en otros ámbitos ya hemos dicho que Fosse no nos convence por su escritura, llena de generalidades y lugares comunes. Si consiguió el Premio Nobel por cuestiones personales que hasta han sido publicadas, personalmente solo puedo reafirmarme en lo ya dicho, lo suyo no es la escritura.

El título de su texto: «El arte es paz». Podía haberlo escrito cualquier propagandista del «No a la guerra». No a ninguna de las guerras, incluidas las olvidadas (por ejemplo, las del Daesh en África). Llevamos décadas con ese eslogan y resulta deslucido repetirlo sin más. Con tantos grandes discursos al respecto, resalta más la vacuidad de Jon Fosse.

Si Pío Baroja levantara la cabeza, qué texto hubiera preparado para ese día si fuera sobre la guerra, me pregunto. Además de todo lo escrito en su trilogía «Las Saturnales» (por «Saturno devorando a su hijo», de su admirado Goya) junto a otras novelas ambientadas en la guerra civil española. ¿Qué escribiría o recordaría hoy, con las puertas abiertas a más guerras?

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