Bienvenido, pero no tanto

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disfraz fantasmaJusto le daba la bienvenida en el artículo anterior y él, poco agradecido, empieza haciendo jugarretas y con cara de pocos amigos. Intentaré convencerlo de que cambie de actitud porque en cuatro semanas apenas hemos podido emitir dos programas en directo, contando con la segunda parte de la conversación con Santos Juliá el próximo 31.

A saber, hemos tenido dos programas fantasmas, de esos que no existen por mucho que algunos programas de televisión sigan viviendo de ellos. El primero de ellos surgió de problemas técnicos, que en todas partes ocurren. El segundo fantasma nos avisó de su inexistencia un par de días antes de que le fuéramos a entrevistar, el jueves 24.

Iba a ser un programa tan bendecido como el año. O más porque estaba dedicado al santo patrón de los periodistas, San Francisco de Sales, que a pesar de la que está cayendo queríamos seguir festejando. Bendecido el programa, bendecido incluso el invitado y hasta el guión que ya estaba escrito, preguntaba por ejemplo por la libertad, igualdad y fraternidad –las conocidas consignas de la Revolución Francesa- en los actuales medios de comunicación españoles. Pregunta clásica, preguntas básicas que siguen siendo las más difíciles de contestar.

La libertad en los medios lleva mucho tiempo en entredicho. Hoy mismo Soledad Gallego-Díaz hablaba en El País de la corrupción mencionando no sólo los mecanismos corruptos habituales, centrados en la política o la economía, sino la responsabilidad que en ella tienen las élites que dirigen los medios. Sólo añadiría la responsabilidad de las élites culturales, a veces coincidentes con las élites mediáticas o en connivencia.

De la igualdad, ya saben que es una quimera y, por poner un ejemplo cercano, si nosotros hacemos “El Planeta de los Libros” sin contrapartida económica,  hace poco conocíamos que alguien se embolsaba miles de euros por hacer un programa de libros en televisión (muy parecido al estilo radiofónico, basado en el formato de conversación). Los propios trabajadores de esta televisión, despedidos en masa, lo han denunciado: “este hipócrita va de liberal pero lleva toda su vida viviendo del dinero público”. A día de hoy se le sigue invitando a debates televisivos sobre la corrupción.

Lo que sí se ha criticado en este país es a Amy Martin, por cobrar 3000 € por artículo para la revista de la Fundación socialista Ideas, aunque el foco de la noticia no debería estar en la desproporción económica, sino en cómo alguien que no pertenece a la élite mediática ha osado cobrar tanto. Que los elegidos lo cobren está aceptado y se mantiene en silencio, hasta que se tira de la manta e incluso entonces no pasa nada.

Este sinsentido, por supuesto, tiene efectos negativos a medio y largo plazo. El gran tema de comunicación hoy: el paro, se trata igualmente con grandes silencios; los medios no se atreven a ir más allá de la superficie de datos o la ejemplificación a través de los dramas personales. Ahondar un poco sería denunciar la corrupción general del mercado laboral empezando por arriba, por los que esconden salarios que son realmente auténticos privilegios no regulados.

Si unimos el término de igualdad al de solidaridad, podríamos tener una reforma laboral en condiciones (no confundir con la política, repito: «en condiciones»). Una estructura salarial pública para los distintos desempeños mediáticos que, aunque por aquí suene a ciencia ficción,  no es algo descabellado; otros países como el Reino Unido lo tienen hace tiempo, y sectores como la educación o la sanidad lo consiguieron hace tiempo, aunque ahora también estén en entredicho.

¿Y por qué estas medidas salariales igualitarias necesitarían de la solidaridad? Porque me temo que las bases estamos lamentablemente muy desunidas y sobreviviendo demasiado precariamente para provocar el cambio, si no es con el beneplácito de las élites mediáticas, culturales, económicas y políticas que nos gobiernan. Ojo, no es que los dirigentes nos hagan el trabajo, sino que les comprometamos a ello, pero de manera efectiva, que no nos ocurra como al sector educativo, cansado y desmoralizado en su propia lucha. Élites de otros países ya lo hicieron.

Para resarcirnos del esperpento que vivimos, proponemos una vuelta a los clásicos: “Del Arte de Cocinar. Obra del maestro Bartolomeo Scappi, cocinero privado del papa Pío V (1570)”. Enorme volumen publicado por Ediciones Trea que, no sólo es una delicia lectora, para deglutir poco a poco, sino que ha provocado que celebremos nuestra primera Cena Renacentista, recuperando el arte culinario de la época junto al verbo de un poeta y crítico de nuestro tiempo, Enrique Gracia Trinidad, que vendrá ataviado como Bardo o Pregonero ciego del siglo XVI, ¿o será de éste? Para  los que nos acompañen con algún motivo renacentista: un obsequio del Instituto Municipal del Libro de Málaga. No se lo pierdan 😉

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2 respuestas to “Bienvenido, pero no tanto”

  1. Salvador Moreno Valencia Says:

    Muy buena esa idea de entrevistar a Enrique vestido de Bardo, y muy bueno tu artículo haciendo referencia a la corrupción que sufrimos en todos los niveles.
    Saludos.

    • Nieves Martín Díaz_El Planeta de los Libros Says:

      Gracias, Salva! Te echaremos de menos a ti, vestido también para la ocasión. Un abrazo 🙂

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