Del viejo periodismo

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Hace poco me pidieron que moderara una mesa sobre la difusión de la literatura y la cultura africana en la prensa española. Me agradó la petición, la organización era buena: el II Congreso de Estudios de Literatura Hispanoafricana y sin mirar ,casi, quienes eran los susceptibles de ser moderados, acepté el papel. Los errores sirven para aprender o quizá uno debe estar abierto a todo, porque si empezamos a mirar con lupa no nos salvamos ni nosotros mismos.

Tenía, además, ganas de destripar los viejos tópicos, los inmovilismos de la pequeña sociedad en la que vivimos, las categorías tantas veces manoseadas. Quería un “yes, we can” (sí, nosotros podemos) incluso, a pesar de un cada vez menos acreditado Obama, en el mundo en general y en el africano en particular.

Y entonces fue cuando empecé a escuchar las batallitas, las de siempre, las que no esperaba y menos en este contexto: ante un público mayoritariamente especialista o interesado en África, estudiosos de su literatura y cultura, conocedores de su realidad. Los expertos periodistas empezaron a regalarnos aquellos años en los que llegaban a África “como caídos de un helicóptero”, o eso entendí yo, que era una metáfora que quería decir que aterrizaban como Rambos pero –por supuesto- sin material adecuado. Pregunté cuando fue aquello. Me contestaron: 1994. 

O sea que, como dice el refrán castellano: de aquellos polvos vienen estos lodos. Y no son polvos tan antiguos por lo que parece. Todavía más, esa cercanía me hizo entender sus dificultades actuales para informarse en África. Como moderadora tuve que recordarles que, a pesar de mi corta experiencia en el continente negro, allí el teléfono funciona, y el correo electrónico, y hasta poseen páginas webs, y algunas personas quieren enviarnos información. También son capaces de crearla ellos mismos.

Quizá ésa sea la solución, que los africanos creen su propia información. Nos decía un periodista que según se sube en la escala de jefes de redacción, la estupidez aumenta, y los periodistas de base no hemos aprendido a manejar nuestros propios medios. Creo que fue en ese momento, antes o después, que alguien del público me preguntó (a la moderadora también se la podía preguntar) cuál era la razón de tanta sin razón. Di una contestación escueta y directa (qué quieren, estaba harta de tanta verborrea): intereses económicos y políticos.

Si ocurre el improbable hecho de que me vuelvan a invitar a una mesa parecida, y esta vez pueda extenderme como ponente, quizá añada que no es cierto que los periódicos reflejen la realidad, y que ésta sea la madre del cordero, o de las noticias. Esas son las enseñanzas del viejo periodismo que ya no se sostiene ni en una clase de párvulos. Los niños saben de la existencia de la sociedad de la información, la potencialidad de un clic, y también saben de la guerra mediática en la que importan más los beneficios publicitarios, los contratos gubernamentales o las alianzas internacionales, que son los que configuran finalmente la distribución de contenidos, el peso de una noticia u otra. Cualquier fusilamiento en un país africano (por ejemplo el que ocurrió en Guinea Ecuatorial en agosto pasado y que fue recordado en este Congreso) tiene menos presencia en los periódicos españoles que el libro recientemente lanzado a Obama.

Hablando de libros. Teníamos un trabajador del grupo mediático PRISA y rápidamente nos recordó que el flamante Nobel de Literatura iba a publicar en una de sus editoriales un libro sobre el Congo, y que esto seguramente haría que miráramos más a África, que habláramos más de África. Así somos de mediocres, y como tales manipulables. Independientemente de nuestro reconocimiento a Vargas Llosa (http://elplanetadeloslibros.com/archivos/entrevista-mario-vargas-llosa.pdf ), también periodista, la mesa parecía más de promoción que de información. O será que nos falta formación como decía Justo Bolekia, pero no formación como periodistas, formación como africanos.

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