Viaje a Malí

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No suelo escribir de viajes pero de éste sí. En este caso, y como diría Kapuscinsky, el viaje ya prepara para conocer nuestro destino. Me hice con un ejemplar de “Ébano” (accesible en internet) y me maravillaban las dificultades que el periodista tuvo que superar para poder informar desde los distintos países de África en los que vivió, y trabajó. Los tiempos han cambiado y África es cada vez más fácil de conocer, más interesante incluso frente a una creciente globalización que nos unifica superficialmente.

África es rica. Tiene muchas riquezas que ofrecernos, siempre que queramos verlas. Entre sus muchos activos, en primero lugar, están sus gentes. En todas partes hay de todo claro, pero aquí todavía se palpa el factor humano que tanto hemos perdido, para lo bueno y para lo que no es tan bueno, aunque en esto como en todo nos sobran los dogmas. Un sencillo viaje a la capital de Malí puede ser un buen ejemplo de todo ello. Con la maleta preparada desde el jueves a la espera de si mi vuelo sería el viernes o el sábado, finalmente es este último día en fecha tan señalada como el 11S. El billete me llegó dos horas antes de tener que salir al aeropuerto, así que disculpen aquellos de los que me despedí a la francesa.

En todo caso, tener una maleta preparada durante dos días, o no tener el billete hasta el último momento, fueron buenos anticipos para lo que me esperaba en el aeropuerto. La organización con la que viajaba me había indicado que se harían cargo del visado desde Bamako, y me lo entregarían a mi llegada. Imaginarán entonces mi cara de sorpresa cuando el agente de Royal Air Maroc, un simpático español, me pregunta en el aeropuerto de Barajas por el visado. Media hora estuvo pensando y consultando si debería dejarme subir al avión porque, como yo le decía, el visado me esperaba al final del viaje. Supongo que le importaba menos que yo me arriesgara a una deportación, que la multa de miles de euros que- según decía- él tendría que afrontar personalmente.

Dos mujeres marroquíes con las que empecé a hablar justo a la entrada del aeropuerto, y con las que compartía vuelo, me intentaron ayudar al respecto, aunque no de forma muy optimista: la mayor me decía que era mejor no volar si no tenía todos los papeles en regla, su hija me avisaba de posibles problemas en Casablanca donde el avión hacía escala. Finalmente el agente me dejó facturar la maleta que previamente había envuelto en ese plástico tan seguro como para costar nueve euros (aquí sí me pareció muy acertada la recomendación de la joven, aunque cara).

En Casablanca hablé con unos franceses que iban a Costa de Marfil a hacer un documental solidario, y preguntando por mi vuelo a Bamako conocí a una periodista maliense que ha vivido prácticamente toda su vida en Francia y ahora se dedica a trabajos de solidaridad en Mali. ¿Qué cultura es más rica que la que se une con labores sociales?

Hablaba antes de los activos de África: espacios naturales –que seguramente no veré por falta de tiempo- pero sí intentaré disfrutar más de su cultura, especialmente de su literatura, que nos llega tan a cuentagotas a nuestro país, aunque podemos disfrutar de algunos libros ya publicados y me atrevo a recomendarles tres obras que he leído recientemente, muy diferentes pero donde pueden encontrar calidad de contenido y de forma: una novela ya clásicas como “Mi carta más larga” de la senegalesa Mariana Bâ, reflexiones de “La violación del imaginario” de la maliense Aminata Traoré o la novela negra del también maliense Moussa Konaté: “El asesino de Banconi”, que transcurre principalmente en uno de los barrios más humildes de Bamako.

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