Debates y despedida.

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En las tertulias, comidas, o presentaciones,  y con los invitados después del programa, surgen debates – discusiones incluso, aunque siempre amigables. Tejo un hilo alrededor de algunas de ellas, enlazo una charla con la otra, y a veces hasta logro sorprender a quienes esperaban un discurso más ordenado, parcelas independientes, inamovibles y estancas, casi como aquellas grandes novelas del siglo XIX. El colmo llega cuando enlazo esas conversaciones con libros: el último que estoy leyendo, u otros de hace ya tiempo; libros de los que tengo que hablar, incapaz de dejar pasar la oportunidad, como si después de la conversación silenciosa con sus autores, todavía y siempre quedara algo que necesita ser comunicado.

Tengo que confesar también -ya que empecé- que a veces hasta tomo posiciones contrarias en los mismos debates, eso sí con personas diferentes, que tampoco es necesario que se den cuenta. No es que quiera reivindicar la figura de un@ sofista cualquiera, pero el escepticismo y el relativismo son muy saludables, se disfruta mucho el debate cuando un@ observa los movimientos del otro a partir de los propios… Gracias claro al caleidoscopio que envuelve cualquier asunto: esos ángulos esquinados, colores distintos y diferentes tonalidades para al final: la importancia del intercambio, de la información, opinión o simple energía.

Sí, a mí me gusta el debate, y  no vean lo que lo disfrutan algunos de mis contertulios. Claro, la discusión amigable se produce entre personas más o menos conocidas y civilizadas. No se puede discutir – y según qué asuntos sobre todo- con cualquiera. En la mayoría de mis círculos se aprecia el debate y se recibe con gusto cualquier oportunidad para ello. A algunos incluso les sabe a poco. Y no sólo en el entorno personal. Surge pronto la crítica a la falta de debates en los Medios de Comunicación: los que hay están acartonados, sin argumentos, ideas, o profundidad; se llaman debates y suelen ser en realidad “feria de vanidades” (buen libro y película, por cierto). Al final llegamos a lo contrario del debate, aquellos que se convierten en una catarata de insultos. Y las primeras cabezas de turco son las de los periodistas: que si Jiménez Losantos, que si aquel contertulio de la SER, que cómo es Pedro J. Ramírez o Alfonso Rojo.  A mi alrededor se extrañan de que el periodismo lleve al insulto, algunos se quejan incluso, se rasgan las vestiduras. Pocos se preguntan el por qué de esta situación, la falta de profesionalidad en el periodismo español. Tampoco se hace una buena comparativa respecto a otros países, me refiero a una comparativa seria porque de otra forma hay quienes nos situarían en el 8ª puesto como potencia mundial periodística. Por cierto, que el CAC, Comité Audiovisual Catalán, acaba de hacer como en su día hizo Chávez en Venezuela: dejar de renovar licencias de quien no está en su “onda” (permítanme el juego, aquí las licencia son de ondas de radio).

De todas formas, las operaciones de maquillaje en España son cada vez más asequibles, también las más costosas, al menos en el sector público donde todavía no se nota la crisis o siguen viviendo de lo que pagamos los ciudadanos el año pasado: ¡Regalamos coches! ¡Teléfono gratuito!¡Qué buena radio hacemos!  Menos mal que aprendimos hace tiempo a diferenciar la publicidad de la verdadera información. Voy a despedirme con una mala noticia, la muerte de Miguel Núñez este miércoles pasado. El hombre que nos emocionó hablando de su propia memoria histórica, la que nos dejó en «La revolución y el deseo». Miguel Núñez siempre será un referente en este planeta de los libros, tal y como hablamos con él hace ahora casi un año: http://elplanetadeloslibros.com/html/audio-96-memoria-historica.htm

Si quieren pueden dejar sus condolencias, o sus opiniones, en estas páginas. El debate está en sus manos.

Una respuesta to “Debates y despedida.”

  1. Susana Says:

    No conocía a este señor, pero acabo de escuchar el programa, enhorabuena.

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