
Después de más de un año viviendo en Lisboa, acostumbrándome de nuevo a Madrid y esperando que este 2022 nos permita hacer más actividades culturales. Esperanza en general y con cautela porque si algo nos faltaba a la Cultura en España era la llegada del COVID.
Es cierto que en Portugal la sanidad pública está más privatizada que en España. Solo por poner un ejemplo, si uno necesita hacerse un análisis de sangre, le puede costar la broma de 30 €, incluso cuando se lo recomienda el médico de turno de su centro de salud. Cierto también que en materia de COVID, Lisboa me ha demostrado una mayor solidaridad y organización que lo que estoy viendo por Madrid. El sistema de vacunación es por supuesto gratuito, como en todos los países, y más o menos coinciden en tiempos. Vamos a la gran diferencia a día de hoy.
Test de antígenos gratis y organizados.
En diciembre antes de volver a España, por si además del certificado de vacunación exigían una prueba de las últimas 48 o 72 horas, fui a la farmacia que tenía frente a mi vivienda en Lisboa. Allí mismo, un test de antígenos gratis solo requería mi número de usuario de la salud pública portuguesa y un correo electrónico (o móvil) donde enviarme el resultado.
Casi un mes y medio después me encuentro que en las farmacias de Madrid no solo no se hace la prueba, se analiza y se añade al currículum médico de cada uno, aquí se habla de vender los test y, todavía más, se utiliza la venta de ellos en los supermercados de Portugal Allí a 1 €, aquí no se sabe ni si llegarán, mientras en farmacias se venden hasta casi por 10€, las que lo tienen.
Curiosamente a los políticos en las comparaciones internacionales se les suelen olvidar las ventajas del otro. El país vecino empezó la venta en supermercados cuando llevaba meses con puestos para realizarse la prueba gratuitamente en distintos puntos de Lisboa: 31 de marzo de 2021.
Mientras, el virus sigue sin detenerse. En diciembre pasado se cumplieron 2 años de pandemia; de su inicio oficial, que no de su anuncio ni las medidas correspondientes. Seguramente tenemos virus para el 2023, y no sé si más allá. La gran pregunta es si por fin los políticos, atrincherados en millonarios sueldos y beneficios, y que también reparten millones entre agentes sociales para mantenerlos callados, acabarán entendiendo que estamos ante la gran catástrofe de salud pública del siglo. De momento.
Preguntas y más preguntas. Si los políticos actuales mostrarán este año menos ignorancia, y al menos algo de credibilidad. O si en 2022 no seguirán matando, vía Covid u otras enfermedades mortales mal atendidas.
Alabo la sanidad pública española pero, ¿es el COVID el caballo Troya para acostumbrarnos a la muerte, a la privatización y al copago?
Este invierno del 22, el Covid y la pobreza energética perfeccionan ese troyano, y hasta es mejorable. En los medios no deja de aparecer una antoñita la fantástica que augura un futuro “maravilloso».
En qué planeta vive, qué tiempos, qué ideología totalitaria y propagandística. Pintan bastos, y solo estamos a principios de año. Cuídense.