Tras tantos años oyendo hablar de este señor, por fin me decidí, tras superar esas barreras de pereza, estulticia y miedo al aburrimiento de ciertos libros; o a los que me los recomiendan. Pero he de reconocer, que tras tres días de mirarnos fijamente, lo dejé en la mesita de noche y sé que me usurpaba los delirios oníricos nocturnos, nos vimos arrastrados a enhebrar un par de insomnios, en los que me leí el Leviatán. Lo siento, me encantó.
En una época como la nuestra, en que la mediocridad y el egoísmo del sálvese quien pueda, campan por sus respetos, de forma chulesca y avasallante, se suele llegar al terrible punto de
¿Merece la pena vivir?
…¿al menos aquí?
Cuenta, a través de una truculenta historia de amistad de dos jóvenes maduros, que maduran aún más (se diría mejor envejecer) a lo largo del libro, como la vida se suele encadenar por una serie de cambios, de crisis, que queramos o no, las provoquemos o no, terminan determinando en gran medida nuestra vida.
Partimos de una serie de convenciones, de puntos de vista que nuestra educación, y el bombardeo de los mas media, de la sociedad y de sus llamados representantes, que nos encaminan a tener una mirada uniforme. Y hay puntos extraños en los que todos estamos de acuerdo, o casi todos, que son el terrorismo (siempre en una extraña y constante revisión, ver lo que ocurre en Honduras), la prostitución (que habría que redefinir, porque si solo ponemos que son las personas que sacan un beneficio por sexo….) y la seguridad (sobretodo la nuestra, en su amplio aspecto, que nos hace mirar como si fuesen extraterrestres a los que por ejemplo perdieron la gracia de su trabajo o de su vida). Y no hablemos el de andar tranquilos por la calle. Porque lo de la delincuencia de guante blanco…lo siento “se tropo fácile dire niente”.
Vivimos una larga carrera de justificaciones,a lo largo de nuestra vida, para que nuestro pobre cerebro no estalle. Y para que nosotros nos podamos mirar a un espejo sin escupirnos a la cara.
Tenemos nuestras crisis personales. Normalmente, aprendemos de ellas, menos los dos extremos. Los que culpan de todos sus males al de al lado; o los que terminan culpándose de todo. Y entre medias los que llevan el tema al estilo de Jacques Brel: no olvidamos nada de nada, no olvidamos ni un poco, solo nos habituamos es todo
Nuestras crisis de pareja, que suelen terminar bien o mal, según lo civilizado que seamos todos. Porque eso de dos no discuten si uno no quiere…que falso es. Y total, si eres tú la persona que provoca la crisis ¿vale?, porque si es el/otr@…joder (con perdón).
Nuestras crisis existenciales, suele ser en esa época de los 40/50 y jubilación, en las que nos damos cuenta que eso de repasar, de contar nuestras batallitas de hace años, empieza a oler raro. A naftalina de viejos costurones que les hemos dado a nuestras ganas, nuestros deseos, nuestras vivencias. Bueno, y los que se merecen todo, que se amargan aún más al percatarse que ya se les ha pasado el arroz, los garbanzos, y las habichuelas. Huelen como a muerto. Suele venir cuando empiezas a reencontrar a tus familiares, con los que, aunque parezca mentira te llevas a veces hasta bien, solo en los tristes pasillos de algún tanatorio; o en algún hospital por eso del nacimiento de un infante. Otro “pal” matadero.
Suele ser el momento en que algunos valientes deciden cambiar su vida, cambiarla de verdad, a veces desde sus cimientos. Lo que viene bajo el brazo, no con un pan, pero con toda una serie de miradas sesgadas y de comentarios de absoluta incomprensión, si no es para vivir mejor. Otra cosa que habría que redefinir.
Luego vienen las crisis mal llamadas económicas. Y digo mal llamadas, porque el dinero es como la teoría de la energía de Einstein, ni se crea ni se destruye, solo cambia de bolsillos. Solo se va de los de siempre a esos pocos de siempre (hoy he leído en un tabloide que las escuelas de negocios, que eufemismo, van a dar o han empezado a dar clases de ética…jajajajaja, Con perdón que esto es muy serio).
Y claro, según en el paquete que te pille, o como te pille el paquete….
También tenemos las crisis de amistades o de conocidos, cada cual que se autorretrate en esta definición. Porque a veces se alejan los amigos, o¿ somos nosotros los que nos alejamos imperceptiblemente? O no. Pero solemos escudarnos en que los amigos son como dos ríos paralelos que a veces se acercan en sus meandros, a veces se alejan. Que cuando te faltan los echas de menos. O a la calle porque no adivinan telepáticamente tus problemas. Pero cuando tu faltas…Coño ¿Porque no me llamaste?
También están muchas otras crisis…Pero la mía es mía. Y llama a la puerta en estos momentos. Ciao. Y leer mucho.