De Campoamor a Vargas Llosa

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Iba a ser esto: “De Pérez Galdós a Vargas Llosa” pero se cruzó en el camino Clara Campoamor, con tanta fuerza como los dos laureados escritores.

En el Ateneo de Madrid, cuando Vargas Llosa presentó en abril su libro homenaje a Pérez Galdós “La mirada quieta”, algunos periodistas comentamos asombrados su defensa de “Misericordia”, una novela reconocida de Don Benito que ninguno recordábamos tan excepcional. No sé ellos; conociendo la sensibilidad literaria de Don Mario, yo me agencié rápidamente una edición digital (accesible en Internet). Empecé a leer y, hasta que terminé, no pude dejarla, salvo para lo necesario.

La recomiendo, incluso la relectura. No creo que el no recordar si la había leído o si era una de mis terribles lagunas lectoras sea lo importante. Preguntando a una amiga canaria que ha leído todo del autor canario, recordaba que la leyeron en su colegio de monjas, con 13 o 14 años, principalmente por el escándalo de la madre de una compañera por un pequeño pasaje. Al poco de empezar a releerla, lo encontró: cuando el moro ciego palpa -indistintamente- ropas y carnes de la borracha con la que vive, en busca de algo de valor.

Aquello era el Madrid de 1897. En lo material hemos mejorado. En lo humano, sin duda no. Don Benito supo emocionar con la pobreza ética que se encontraba día a día y, 125 años después, poco hemos mejorado, aunque solo se hable de la miseria económica, y así y todo menos de lo que deberíamos

Escasean extensas informaciones, o libros a esa altura ética. Que no digo que no haya, alguno recomiendo, pero será que no me llegan todos. Lo que sí me he encontrado recientemente es alguna película con mucha ética. Por ejemplo, no se pierdan “Mentes Maravillosas” que se estrena el 13 de mayo, verán la miseria humana en la que seguimos pero con un conmovedor optimismo que nunca hay que perder.

En el mismo Ateneo, la víspera del 50 aniversario de la muerte en el exilio de Clara Campoamor, Rafael Alcázar me invita a ver su último documental: “Ecos de Campoamor”. Rafael tiene la capacidad de ver, aunque desde hace un tiempo sufre de ceguera, tiene la capacidad de ver de forma ética: el atrevimiento y honestidad de esta mujer, no ya por conseguir el voto para las españolas, sino además poner por escrito los errores de la República, lo que finalmente le granjearían el rechazo de todos los bandos políticos.

No extraña mucho, conociendo lo que ella sufrió y la miseria humana que nos caracteriza, que ahora prácticamente todos se la quieran llevar a su terreno (o eso parecía en Twitter). Alcázar está terminando otro documental, largometraje, «Clara Campoamor, un voto para despertar», imperdible, para el mes de julio.

Como hoy es 2 de mayo, Día de la Comunidad Autónoma de Madrid, cierro con un pequeño apunte sobre cómo se festeja. Porque no hay una sola forma. La historia, igual que el presente y, por ello, el futuro sigue en un terreno infectado por la ideología y poco dado a la reflexión.

Nuestra presidenta Ayuso daba este titular: Madrid no tolera invasiones de nadie. Por supuesto con clave ideológica o electoralista (ya vivimos un permanente período electoral), pero también podríamos dedicar el día a la reflexión. Entre un grupo de conocidos hace poco una voz decía textualmente “cada vez me cuesta más festejar esta fecha”.

Tuve que preguntar las razones. La voz respondió con todas las bondades francesas que imaginarse pueda, o hubiera, hasta que tal día como hoy en 1808, Madrid rechazase la invasión y comenzara nuestra Guerra de Independencia. Le recordé a la voz que aquellas bondades para con nosotros fueron puntuales, por no hablar de la situación de muchas de sus excolonias. “Nosotros no seríamos una colonia”, me respondió. Le comenté mis dudas sobre ello, considerando la historia de los imperios, incluido el francés.

En todo caso, esto me recordó el pensamiento de un amigo holandés: hablando de las diferencias entre países de la UE, se colgaba una gran medalla por la independencia y capacidad de lucha de Europa del Norte. Frente a ella, venía a decir, Portugal, España y Grecia estamos a la cola precisamente por no luchar lo suficiente por lo nuestro, el país que queremos y su mejora.

Imagino que un protectorado, francés o de otros países, no sería suficiente para mi amigo ni para muchos otros. Protectorados, invasiones y fronteras no deberían estar de actualidad, para sufrimiento de la mayoría y enriquecimiento de unos pocos. Otra muestra de la miseria humana de este siglo XXI

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