Peirano, Marta. El pequeño libro rojo del activista en la red. Barcelona: Roca Editoria, 2015. 136 páginas.
En la película Mad Max, la escasez de combustible y el desorden social provocan que unos motociclistas se apoderen de las carreteras de Australia. Y entonces aparece Mel Gibson para poner orden. En España, ocurre algo parecido. Escasea la libertad de expresión, de la que se están apropiando una especie de pandilleros entre los que es fácil encontrar casos de abusos de poder y corrupción. Si se tratara de una película, no sabría cómo titularla. Quizás no haga falta, porque la pena es que bien sabemos que ni es película ni es ciencia ficción.
Primero, fue la aprobación de la Ley Mordaza, oficialmente llamada Ley de Seguridad Ciudadana, de lo que contiene poco. Ahora, le toca al Ministro de Justicia, Rafael Catalá, que ha declarado su intención de multar las filtraciones periodísticas que se realicen. ¿Qué clase de democracia tenemos donde no podemos expresarnos, manifestarnos, decir lo que sentimos ni denunciar las injusticias ni los casos de corrupción?
La Ley Mordaza, sólo pretende acallar nuestras voces, prohibir que salgamos a las calles, que no utilicemos las redes sociales para movilizar a la gente al mismo tiempo que vulnera nuestra privacidad. Pero la seguridad no puede producirse coartando nuestros derechos fundamentales, ni a costa de inmovilizarnos con el miedo y las amenazas.
En cuanto al asunto de las filtraciones, el periodismo tendría que entenderse como una de las herramientas que vigile la democracia, que investigue y busque la verdad sin estar al servicio de aquellos que tienen el poder, de forma objetiva e independiente. Debe ser uno de los Mel Gibson que ponga orden. Pero, muchas veces, publicar la verdad supone que el periodista se juegue la vida o arriesgar la de quien filtra la información. Para evitarlo, necesitamos saber cómo funciona el mundo digital en el que nos comunicamos.
Marta Peirano lo explica en El pequeño libro rojo del activista en la red, publicado recientemente por la editorial Roca. Actualmente, es directora de la sección de cultura de eldiario.es. Escribe sobre cultura, tecnología, arte digital y software libre para diferentes revistas y diarios, ha publicado libros sobre tecnología y protección de las comunicaciones y tiene dos blogs.
Este breve manual puede ser considerado una guía esencial para aprender a comunicarse y transferir información de forma segura en Internet. Aunque está dirigido principalmente al periodista de investigación, puede resultar útil para cualquier persona que esté interesada en conocer cómo funciona Internet y establecer medidas de seguridad para garantizar su privacidad.
El pequeño libro rojo del activista en la red nos ayuda a proteger nuestra identidad y con él podemos aprender desde cómo instalar un navegador seguro como Tor, un sistema operativo Linux, crear discos duros virtuales o utilizar herramientas para limpiar espacio en nuestro ordenador hasta como encriptar chats y correos electrónicos.
A raíz de la lectura del libro, y comprobando que la privacidad y la seguridad nos afecta a todos, he descargado la información que Facebook y Google guardan de mí. Aunque ya había leído artículos sobre la gran cantidad de metadatos que guardan las redes sociales de nosotras y las polémicas suscitadas, hasta que no lo vemos in situ, parece que no somos conscientes ello. ¡Me quedé impresionada! Es posible que sepan más de mí que mis amigos, mi familia, o quién sabe, hasta que yo misma. Nuestro menor problema es que una compañera de trabajo sepa de nosotras a través del perfil de Facebook, por ejemplo. El gran problema es que esa información puede caer en manos del gobierno, de empresas o bancos sin nuestro permiso y sin saber muy bien para qué (o sí). No sólo se generan unos big data en nuestros procesos de comunicación; detrás, hay unos big eyes que los analizan y nos vigilan.
Como dice Marta Peirano, vendemos nuestra intimidad por la supuesta felicidad que unas máquinas nos ofrecen mostrándonos de manera personalizada compras de viajes, de libros o sugerirnos gente que podríamos conocer en nuestras redes. ¡Ingenuidad la nuestra! Ni privacidad, ni felicidad.
Irónicamente, para lo serio del asunto y el cariz tecnológico que tiene, se trata de un libro ameno y divertido (acertada elección) del que incluso los más profanos en la materia pueden sacar provecho. En poco espacio y de forma clara y didáctica ha condensado todos los puntos que debemos tener en cuenta a la hora de mejorar nuestros hábitos de navegación y comunicación en relación a la seguridad.
Sin embargo, a pesar de lo atrayente que puede resultar un breve prólogo de Edward Snowden, he echado en falta -porque se ha despertado mi curiosidad- un poco más de reflexión y ensayo sobre la libertad expresión y el periodismo (soy consciente de que la idea es ser un manual práctico). Aunque podemos ampliar información viendo el documental Citizenfour de la documentalista Laura Poitras (con quien Snowden contactó) ya que parte del contenido se menciona en el libro, me voy a tomar la libertad de recomendar otro libro, como complemento al de Peirano, que nos permite entender por qué es necesario tomar las medidas que aquella recomienda.
Se trata de El Kit de la lucha en Internet de Margarita Padilla y publicado por Traficantes de Sueños en 2012. En él, la autora analiza el caso Wikileaks y reflexiona, entre otros aspectos, sobre los medios de comunicación y su papel en la democracia y si ha surgido una nueva forma de hacer periodismo; también habla sobre los medios contra informativos así como de comunidades hackers o del hacktivismo. Me gusta especialmente un slogan ciberpunk que se recoge en el libro y que condensa una idea central sobre la que gira las cuestiones que estamos planteando. Ese slogan afirma que «tras toda arquitectura informacional se esconde una estructura de poder». Es necesario conocer esas estructuras para saber qué se esconde tras de ellas, qué está sucediendo y por qué y si debemos combatirlas o cambiarlas.
La lectura, estas semanas en torno a las mencionadas cuestiones, me ha hecho concluir que estos asuntos no son únicamente imprescindibles para los periodistas sino que las ciudadanas y ciudadanos deberíamos estar informadas en la medida de lo posible. Es una cuestión de cultura general y de compromiso con la democracia.
¡No dejemos que se agote la libertad de expresión!
Etiquetas: critica literaria
mayo 3, 2015 a las 16:27 |
Buen día para publicar esta entrada, el llamado Día de la Libertad de Expresión. Y sí, éste es un Derecho Fundamental y como tal no es exclusivo de los periodistas, nos falta cultura periodística, de información en definitiva.
mayo 4, 2015 a las 14:59 |
Sí, la cultura en general es importante. La cultura tiene la capacidad de transformar el mundo
junio 8, 2015 a las 13:56 |
Reblogueó esto en Diario de una documentalistay comentado:
A nosotras las documentalistas, nunca nos sobra conocer sobre informática, tecnologías y seguridad.