Llego a este título después de hablar con un amigo, larga distancia. Me habla de equilibrar este país llamado España. Me dice el escritor que ya no es un problema de ideologías. El desequilibrio es tal que las propias ideologías son el problema, y si no miren el voto ultra derecha de Grecia.
Claro, todos sabemos que Grecia o España están desequilibrados, que la justicia distributiva nunca existió, o a muy poca escala, y que los niveles de injusticia distributiva campan a sus anchas. Aquí una limusina, al lado un pobre. Y la imagen supongo que está en muchas fotografías premiadas. Sí, no es noticia. Pero sí hay una noticia ahí escondida, agazapada, u ocultada de la luz pública, la noticia es que el pobre ya no es noticia.
La foto que ilustra este artículo así lo demuestra. Podría haber hecho muchas parecidas en Madrid (por eso numerar la primera publicada); había una que dejé por hacer ese mismo día, cuando el pobre que dormía con el torso desnudo en la confluencia de calles Goya con Alcalá me preguntó que hacía. Me dio vergüenza hacer lo que quería, por mucho que fuera a denunciar su situación con el gran logotipo del Corte Inglés como fondo.
Dirán que el pobre sí es noticia, que sigue apareciendo en los grandes medios de comunicación; la coartada perfecta para seguir exigiéndonos nuestra credibilidad: ¡De vez en cuando sacamos un pobre! (lo de hacer un estudio profundo de la pobreza en España, o del vergonzoso desempleo, no es que no lo hagan, es que ni visos de visibilidad, titulares y breves, que el que paga no quiere problemas)
Y, claro, volviendo a “ese pobre mediático” (que encima será pobre, que ya no no hay ni que gastar en actores que se hagan falsos pobres), el elegido por la Mass Media, más que pobre se convierte en imagen de pobre, que es distinto, aunque la tele quiera hacernos ver que no hay diferencia.
Digamos que la diferencia está, de entrada (porque esto es un artículo a falta del pertinente estudio), en que ese pobre ha pasado los “controles de calidad”, los que se hacen previos a su entrada en plató. El pobre deberá, de acuerdo con el protocolo establecido, llorar a cámara y sonreír al presentador y contertulios. A estos siempre deberá tratarles de forma educada, nunca mofarse de ellos, o preguntarles qué harán con los miles de euros que ganarán por estar una o dos horas antes las cámaras. El pobre deberá, siempre de forma previa, conocer su lugar (salvo que el guión exija lo contrario)
Ay del pobre que quiera, si quiera, un bono metro en esta jauría de ciudad grande llamada Madrid. Tamaña osadía será considerada intento del así etiquetado pobre por conseguir privilegios. Y si en los otros es normal, en su caso es algo totalmente ajeno a su propia naturaleza. Es increíble, dirán algunos, lo que el pobre quiere conseguir, ¡que gaste las suelas de los zapatos que es lo que hacen los pobres! Bienvenidos a la deshumanización total. El pobre, además de serlo, debe demostrarlo y, sobre todo, no pedir nada, menos aún lo que parece un privilegio.
Si todos los pobres los pidiéramos a la vez, los pudientes del país: políticos, banqueros y hasta algunos gerifaltes culturales o administrativos, no podrían controlarnos. Con el circo bien montado y el espacio público sometido, el desequilibro se mantiene equilibrado. Es la forma en que se ha equilibrado el planeta desde hace siglos, salvo excepciones. Pensábamos que eso era cosa de las guerras, de colonialismos avariciosos, de imperialismos que luego lavaban su cara con declaraciones de derechos humanos. Despertamos reconociéndonos a nosotros mismos.
julio 24, 2013 a las 0:36 |
Potentes palabras preclaras.
julio 24, 2013 a las 0:38 |
A ver si la claridad, y el equilibro, no están tan lejos