Tres cucharadas de palabras y dos bayas de enebro
Riela la luz en la mirada
mordiendo el iris
como un perro rabioso
que no trae lágrimas a los ojos
ni dolor al alma.
Solamente tristeza
y una neblina densa
que el pulido cristal
devuelve a lo hondo
de un abismo sereno
que espejea.
Silentes hileras de pestañas
que en su lánguido vaivén,
murmuran:
¡se han roto los sueños!
y han dejado al mundo
una voz ciega y errática
que a ningún sitio te lleva.
Y ahí, donde ese mundo termina
colgando del arroyo de la tinta
otro silencio, un poco inocente,
primario si queréis, que palpita…
Y otro vacío silenciado
que lame el rastro de las manos
y sigue al corazón la huella
hasta el papel,
como un buen ejercicio
de avezado lebrel o sabueso
que bien conoce el camino
de la diaria brega
y guíate por la luz
de la palabra y el enebro.
Me aferré a tus puntos cardinales
y por algún desconocido hechizo,
de repente, dejaron de existir..
No maldigo el instante o la razón
de tanta estéril labranza
y sudor, sobre el huerto seco
que después de haber saciado
su sed oscura y vasta
no colma de dones y frutos
las raíces de la tierra.
Ahora, solamente quiero
abandonar mi soledad.
en lo profundo de este mar
de ahogados ecos
y voces que avanzan
costeando los escollos fríos
cuando así lo ha dispuesto
el sinsentir…
Eran las horas lentas del olvido
mientras todo termina
o comienza de nuevo
en un tranquilo y eterno discurrir…
¿ Quién sabe? ¿ Quién conoce esa verdad?
Tal vez el insomnio, adormecido centinela,
que a la nada destrona
y unce de luz secreta la desnudez
de la sincera poesía.
Paqui Solana
Saludos
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